Resulta que soñábamos cosas imposibles, y un buen día aparecieron Cris y Javier Lera y todo aquello que era oscuro se volvió claro, y fácil de hacer, y de soñar.
Javier es sobrenatural. Todo le interesa, lo que no sabe (si es que hay algo que no sepa) lo aprende, se preocupa, llama a alguien, tiene un amigo que alimenta buitres y otro que se tira en aladelta con la bandera republicana y sabe dónde nos darán de comer a la una de la mañana y encuentra el tornillo de una cámara, en plena noche, en 50 metros cuadrados de campo. Y nos hace reír hasta que duela.
Cristina es una empecinada del cine. Del cine todo, así, a secas. Cree que el cine cambia a las personas, porque es testigo de que algo cambió en ella cuando lo descubrió. Por eso dedica su tiempo y su corazón a que ese fuego nunca se apague. Su locura es tan cuerda y tan contagiosa, que es imposible no amarla y no verse obligado a ser mejor cineasta ante su confianza.
Los hermanos Lera ya eran leyenda, y ahora con el AMT Montearagón, son mito. Gracias amigos!