Estoy en la playa. Abro los ojos y me miro el cuerpo, entrecerrados los ojos por el sol. Tengo la panza lisa, como antes de los embarazos. Las piernas muy bronceadas, jóvenes.
Estoy en aquella isla, claro. Tengo 45 años, pero estoy en mi viaje a Brasil con Jessica, que está de pie más lejos.
Sé que dentro de un rato me sacarán una foto que aun conservo. Sé que ese día el sol me habrá tratado mal.
Este sueño que podría ser maravilloso, es una pesadilla pacífica. No quiero volver a vivir mi vida. Tengo fiaca y miedo, y me arde la cara.
Hasta que razono que esto debe ser un sueño. Entonces me despierto, y al hacerlo no sé si ha sido una buena decisión.