Después de años de tenerlo en el cajón, recién ahora comprendo porqué nunca lo puse en la biblioteca.
Es para mi como la biblia de los hoteles. Hay algo prohibido y religioso en él. No lo entiendo pero lo intuyo, y tiene que ver con lo humano en un terreno tan íntimo, que es como asomarse a un acantilado un día de viento: la muerte está ahí, pero el frío está vivo.
Huele a locura, a neuropsiquiátrico. Sigue oliendo a la librería de viejo porteña donde lo compré. Ya les digo, mucho mejor que el I-ching. Lo abrís en cualquier lado y te hace llorar.
Y al que me venga con que era nazi les aseguro que los borro: estoy hablando de otra cosa.