El cachorro de león conoce las reglas: Será el rey de la selva, y así debe aprender y respirar. Pero muchas veces, durante el aprendizaje, encuentra a sus presas compañeras, seres complejos que podrían atemorizarle con tan solo sonreír.
Al pequeño se le ensanchan las patas antes de comprender para qué sirven; y todos aplauden y festejan, y él levanta con ellos una copa que apenas logra sostener.
Una tarde, la presa y el cachorro quedan a solas, donde nadie los mira, y la garra, dice el león, va sola hasta el cuello de la cierva.
«La obediencia a lo que soy» piensa el leoncito, pequeño para siempre en su corazón, encerrado allí y boqueando mientras el rey de la selva se lo permita.
