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  • “Salimos entonces una madrugada de junio Osuna, que era nuestro guía, dos soldados que nos escoltaban, y yo que, todavía enredado en el sueño de la noche impaciente que acababa de transcurrir, castañeteando los dientes a causa del frío, como en ciertas madrugadas de mi infancia, no lograba afirmar el galope de mi caballo para ponerme a la par de mis compañeros de viaje. Siempre adelantándosenos un poco, envuelto en su poncho a rayas verdes y coloradas Osuna, rígido sobre su silla, mantenía el galope regular de su caballo sin que ninguna actitud visible desde el exterior denotara su dominio sobre el animal. De las vicisitudes variadísimas que constituyeron nuestro viaje, esa imagen sin contenido particular, neutra por decirlo así, treinta años más tarde, es la que con más frecuencia, nítida, me visita: Osuna galopando paralelo al sol naciente que, al subir desde el lado del río, nimbaba de rojo el costado derecho del jinete y del caballo mientras el perfil izquierdo permanecía todavía borroneado en la sombra. Esa imagen es más y menos que un recuerdo ya que, independiente de mi voluntad, vuelve con su nitidez primera en las situaciones más diferentes y en los momentos más inesperados del día, y si algunas noches, cuando yazgo en la oscuridad con la cabeza apoyada en la almohada, la cortina negra del sueño, antes de cerrarse del todo, es lo último que deja entrever, ciertas mañanas, cuando después de tanto tiempo de haber desertado de mí ya la tenía olvidada, es lo primero que aparece, con tanta fuerza renovada que podría decirse que es ella la que arrastra consigo al universo entero, haciéndolo bailotear, por lo que dure el día, en el teatro de la vigilia.”

    “El que no ha visto como yo en un anochecer lluvioso de invierno una de esas ciudades perdidas de la llanura, cuando las primeras luces vacilantes comienzan a encenderse, y todo lo visible se iguala enterrado bajo la doble capa ce la noche y de la intemperie, quizás cree haberla experimentado alguna vez, pero no conoce de verdad la tristeza.”

    Juan José Saer, Las nubes

    Argentinian Writer Juan Jose Saer

  • Fotograma 1-17

    El segundo documental de Lupe Pérez García, argentina radicada en España, empieza con un grito que rompe el mundo idealizado de la infancia e instaura la rebeldía contra la violencia del poder. Es Antígona, que despierta de su sueño milenario para volver a hacer sentir su voz, el reclamo de una ley más vieja, tribal y caótica que la racionalidad del Estado. Usando como base la historia de esta mujer griega que desafía la prohibición del rey Creonte y entierra a su hermano Polinices, Pérez García construye un fascinante juego de espejos y representaciones, máscaras y metáforas, para cuestionar el destino de un país –España o cualquier otro– que no sabe qué hacer con la memoria de la guerra y su legado de muerte. Las imágenes, hechos y personajes de Antígona despierta se encadenan según una lógica experimental y poética: niños y hermanos que juegan, falsos soldados de falsas guerras, turistas que visitan ruinas de otros tiempos, desiertos poblados por buitres. En ese paisaje donde es difícil distinguir entre la verdad y la mentira, resuena el poderoso gesto de amor de Antígona que la arrastra trágicamente hacia la tierra de los muertos: la patria de su hermano y de su padre, la única ley que ella puede obedecer.

    FICCI 2015 – Festival Internacional de Cartagena de Indias, Colombia

  • Fotograma 1-49En mi penúltimo día de festival, sin haber descubierto aún ninguna obra maestra —creo recordar que el año pasado a éstas alturas mi retina ya había sido deleitada con la espléndida Norte, the end of History (Norte, hangganan ng kasaysayan, 2013, Lav Diaz)— tengo el placer de asistir a Antígona despierta (2014), una propuesta tan complaciente como interesante. Revisitando la tragedia clásica de Sófocles, la directora Lupe Pérez García —que realiza con éste film su segundo largometraje tras el documental Diario argentino (2007)—, nos presenta a una Antígona a la que según la propia directora no ha visto nunca como una heroína, sino como alguien que ha devenido un antihéroe por desafiar la ley para así priorizar la dignidad y lo racional. Pero ésta Antígona contemporánea no tiene cabida en la actualidad, es una especie de espectro andante que vaga por el vacío de un sentimiento ajeno a toda la sociedad existente. Es la voz de la injusticia, pero una injusticia que no incumbe a nada ni a nadie, una injusticia que se ha quedado empequeñecida en si misma, anulada por los tiempos en los que habitamos.

    Por eso ése título, Antígona despierta, una especie de sentencia que es pronunciada firmemente por un genial Edipo contemporáneo que parece condenar a Antígona con su voz, haciéndola despertar de su sueño eterno. Y con ella, despierta también un espectador hipnotizado por la lírica y la armonía que llega a transmitir tal ejercicio cinematográfico. Aunque es una poética alterada por la ordinariez de la España en la que despertamos, pues Pérez García construye un país donde habitan falsos soldados que actúan en recreaciones históricas (donde encontramos a los hermanos desencadenantes del conflicto, Eteocles y Polinices), moteros que viven su vida como si se acabara mañana, o grotescos pero entrañables expertos en buitres que conforman la historia a partir de sus propias vivencias y no a partir del conflicto ya existente.

    El filme recuerda en su aspecto contemplativo a la magistral Post tenebrosa lux (2013, Carlos Reygadas), mística y terrenal a la vez, pero en su aspecto narrativo llega a recordar a El juego de la guerra (The war game, 1965, Peter Watkins) por su juego con el formato documental, o a la extraordinaria Aquel querido mes de agosto (Aquele querido mês de Agosto, 2008, Miguel Gomes) por su alternancia entre realidades y ficciones y su juego entre cotidianidad y poética. Antígona despierta no es una película ni mucho menos perfecta, pero es más que sobresaliente como ejercicio cinematográfico. Es cercana en contenido y en su discurso e inunda tus ojos de una belleza pura y nada artificial. Sin encontrar aún la obra maestra que ando buscando, parece que Antígona despierta al menos ha conseguido guiarme hacia una senda correcta.

    Joan Pàmies para 400films.com

  • Fotograma 1-16

    Esta relectura del mito de Antígona, contextualizado en la España contemporánea, demuestra la vigencia de la fábula mezclando la ficción con el género documental.

    La reinterpretación de un mito o un relato literario ha sido un tema recurrente en el cine local programado en la quinta edición del Festival de Cinema d’Autor de Barcelona. El Otro Cine Español presentado en el certamen catalán ha propuesto relecturas de leyendas bíblicas, novelas de culto o mitologías griegas. Se trata de films que aportan un nuevo significado a la fábula que homenajean al desterrarla de su contexto original y enclavarla en un paradero remoto de la geografía castiza. Ion de Sosa trasladó ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? hasta el Benidorm de 2052; David Valero y Adán Aliaga recrearon el Arca de Noé en una España futurista –todavía gobernada por Mariano Rajoy e inmersa en la crisis–; y, finalmente, Antígona Despierta, segundo largometraje de la directora argentina afincada en España, Lupe Pérez García, traslada la tragedia clásica de Sófocles sobre la rebelde hija de Edipo al árido paisaje oscense.
    Presentado en Locarno –en la sección no competitiva ‘Signs of Life–, y proyectado también en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, el de Cartagena de Indias y el IBAFF, Antígona despierta es un experimento meta-temporal, una demostración de cómo los mitos se han incorporado al inconsciente humano y han modificado sus formas –dejando intacto el contenido– para formar parte de la esencia de nuevas épocas. A diferencia de los otros dos largometrajes citados, el traslado de la calamitosa fábula de Antígona a Huesca no genera un efecto irónico, sino que sigue procurando la seriedad del texto clásico. La cineasta defiende la vigencia del mito en la actualidad –involuntaria e irracional– con un tono que se encuentra a medio camino entre el solemne estilo narrativo de El cant dels ocells de Albert Serra, y el chocante contraste visual de realidad y teogonía de Métamorphoses, la última película de Christophe Honoré que lleva Las Metamorfosis de Ovidio hasta unos suburbios de la Francia del siglo XXI.
    Igual que en Métamorphoses, los personajes del ciclo Tebano de la obra de Pérez García viven los peores momentos de su existencia, maldecida por los dioses del Olimpo, frente a individuos de carne y hueso que llevan a cabo sus quehaceres en esa pequeña localidad. No obstante, Antígona despierta va un paso más allá de la radicalidad de Honoré. La película advierte una avenencia entre ficción y no-ficción, entre el presente y los tiempos milenarios, como demuestra la puesta en escena del célebre diálogo sofocleano entre Antígona –interpretada por una soberbia Gala Pérez que irradia luz y tinieblas con la misma belleza que en La jungla interior– e Ismene (María Lera), punteado aquí por la presencia de unos turistas que caminan a paso lento cerca de las protagonistas, ajenos a su desdicha.
    Sobre la marcha, la cineasta añade entrevistas con nativos del lugar que aparecieron durante el rodaje, y que de algún modo, gracias a una interiorización del mito, están relacionadas con Antígona. Asimismo, la directora del documental Diario argentino retoma el género de su ópera prima incorporando acontecimientos de diferentes tiempos. La representación del mito se intercala con monólogos o acciones de personajes variopintos: los dos hermanos que simulan pelear a muerte en los bandos contrarios de la Guerra Civil -paralelismo entre los difuntos Etéocles y Polinices, hermanos de Antígona-; un motero convertido en Edipo que confiesa haber encontrado su pasión tras haber vivido una experiencia cercana a la muerte; o el propietario de los buitres que en la película devoran el cadáver de Polinices en una de las imágenes más asombrosas de Antígona despierta y que, en palabras de Pérez García, simboliza la violencia que la naturaleza ejerce a diario sobre el ser humano.

    Carlota Moseguí para Otroscines.com

  • Sibel y ManuelFotograma 1-36

    “Muchas cosas de las que están ocurriendo a nuestro alrededor deberían devolvernos al mito de Antígona, la mujer indomable que se enfrenta al poder para no perder la dignidad. Pues bien, eso es lo que hace Lupe Pérez García en Antígona despierta, que no es una adaptación, sino una recreación. Paisajes polvorientos y rocosos, cuerpos que se mueven como sonámbulos, palabras pronunciadas con rabia, todo describe un universo salvaje y primitivo en el que cualquier cosa podría volver a empezar, incluso el propio cine en su enfrentamiento con el teatro. Y eso es lo que hace Pérez García en esta película que, aun aludiendo a Straub & Huillet o Pier Paolo Pasolini, se revela estrictamente contemporánea.”

    D’A (Premio Talents 2015)

  • varoufakis griegas lambros

  • CLASSE_1.70.1 CLASSE_1.26.1     CLASSE_1.12.1 CLASSE_1.106.1

  • 1-GRECIA-VELL BIGOTI

  • 30GRECIAGRECIA2

  • Fotograma 1-37
    Como mucho del cine visto hasta ahora en el Festival de Sevilla, Antígona despierta (participio, no 3ª persona del singular) es una película libre de las ataduras de la lógica narrativa, que difumina la manida barrera entre realidad y ficción y propone un gratificante juego al espectador. Que éste lo acepte o no es cosa suya, y a juzgar por la veintena de personas presentes en el pase y las tres deserciones, puede que todavía no estemos listos. Parte del equipo de La jungla interior (Juan Barrero, 2013) regresa al SEFF tras el casi obligado paso por Locarno, y lo hace con una visión libertina del conflicto de Antígona ante la muerte de su hermano y la negativa de su tío Creonte a darle un entierro. El mito es revisitado en combinación con escapadas a lo que la directora/guionista/montadora Lupe Pérez García denominó el Olimpo (con dos niños dioses como Inteligencia Suprema) y fragmentos claramente documentales sobre las recreaciones de conflictos bélicos que muchos hacen por diversión en los fines de semana y la vida en un aeródromo.
    La parte documental tiene hallazgos increíbles (la teoría de Manuel sobre los buitres como grupo republicano y ángeles majestuosos), pero es en lo híbrido donde Antígona despierta alcanza las mayores cuotas de sentido, amén de la ocasional imagen de una potencia abrumadora (el sempiterno caballo blanco acariciado por dos siglos distintos a la vez). En apenas 64 minutos, la cineasta reflexiona sobre la fuerza del mito, su importancia política y la utilidad de perder las finas líneas que separan las maneras de acercarse al cine. Estamos ante una creación generosa en su despliegue de ideas, a la caza de la imagen hermosa y en la que cuesta entrar, pero una vez se habite su interior, uno sabe que está en el mejor lugar posible.